
El primer año de vida es un período crucial en el que se sientan las bases psicoafectivas necesarias para el desarrollo del bebé, permitiéndole percibirse como un individuo diferenciado y con un psiquismo propio. En esta etapa de vulnerabilidad y dependencia total, el bebé necesita un entorno cuidador que le proporcione atención, afecto, reconocimiento y continuidad en los cuidados, lo cual le brinda seguridad y bienestar.
El cuidador debe estar atento a las señales del bebé, ofreciendo una respuesta adecuada a sus necesidades de regulación emocional, hambre, sueño y juego. Este proceso fortalece los lazos que procuran un vínculo de seguridad necesario para su crecimiento y desarrollo.
Neus Marí, psicopedagoga de la Unidad de Neurodesarrollo de la Clínica Corachan, señala que en las últimas décadas se ha valorado más el cuidado de las necesidades relacionales y emocionales del bebé, además de las fisiológicas. Este enfoque favorece la interacción del bebé con su entorno, promoviendo un desarrollo integral.

El vínculo materno-filial no solo es fundamental para la supervivencia, sino también para el desarrollo seguro y funcional del bebé. El vínculo de afecto con el cuidador le permite al bebé explorar el mundo de manera segura, a través del desarrollo sensorial y motriz. En los primeros meses, la exploración a través de la vista, el tacto y la voz del cuidador es esencial.
El amamantamiento es uno de los principales momentos de interacción, pero el vínculo no depende únicamente de la lactancia materna. Lo importante es que la alimentación sea un momento relacional y sensorial que fortalezca la conexión entre el bebé y el cuidador, independientemente de si se realiza con pecho o biberón.
A medida que el bebé crece, comienza a explorar el entorno con mayor autonomía, y la función paterna también entra en juego, facilitando la interacción social y el descubrimiento del mundo más allá de la díada madre-bebé. Este vínculo seguro permite que el niño desarrolle una mayor curiosidad por el mundo, siempre contando con la certeza de que sus cuidadores estarán allí para satisfacer sus necesidades.
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