
La adolescencia a menudo se asocia con rebeldía, pero ¿realmente entendemos lo que ocurre internamente en el psiquismo del adolescente? Este período de la vida se caracteriza por transformaciones profundas y dolorosas. A medida que el adolescente atraviesa la eclosión puberal, abandona su estatus de niño y enfrenta la pérdida de su infancia y de los padres de su niñez. Estos tres duelos —la pérdida de la infancia, del cuerpo infantil y de los padres de la infancia— crean un torbellino interno que se manifiesta en comportamientos externos.
Los adolescentes enfrentan estos cambios simultáneamente, lo cual puede generarles dolor y miedo. Cada uno lucha con su propia realidad psíquica, y la expresión de frases como “ustedes no me entienden, nadie me entiende” es una forma de externalizar las dificultades y el sufrimiento que sienten internamente. Esta rebeldía y aparente incomprensión son reflejos de una batalla interna compleja y dolorosa.
En este contexto, es crucial que los padres mantengan una presencia activa y contenedora. Los adolescentes necesitan límites claros y consistentes. A menudo, los padres, temerosos de confrontar a sus hijos, permiten comportamientos como “regresar a la hora que quieran, hacer lo que quieran y comer lo que quieran”. Sin embargo, este laissez-faire puede dejar al adolescente en una posición vulnerable y perdido entre sus pares, quienes también están lidiando con su propio torbellino interno.
Es fundamental que los padres no teman establecer límites y decir “no”. Esta negativa, aunque puede ser difícil para el adolescente en el momento, es una respuesta estructurante que da sentido a su proceso de desarrollo. Decir “no” puede ser un acto de amor y contención, que aunque puede ser recibido con desagrado temporal, es valioso para el desarrollo emocional del adolescente. Aceptar que el adolescente pueda sentirse frustrado o enojado en el corto plazo, y reconocer que este “no” es una forma de apoyo crucial durante su proceso de crecimiento, es esencial.
El adolescente necesita rebelarse como parte del proceso de dejar atrás la infancia y avanzar hacia la adultez. La presencia y el apoyo de los padres durante este proceso son vitales para ayudar a los adolescentes a navegar estas transiciones con un sentido de seguridad y dirección.
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